Cocina Gallega

Llamadme Luís.

Es importante empezar las cosas por el principio, pero sin emocionarse. Sin venirse arriba, como esos prologuistas -la de prologuista, si no una raza, es una ocupación de altísima complejidad- que te desvelan en el tercer párrafo el desenlace del libro que acabas de pagar, el resto de la obra de su autor y su muerte a manos de la cirrosis a los cuarenta y siete años de edad, en el quirófano, a las cinco y cuarto de la madrugada (hora local). Ojalá ser prologuista algún día: «Luís M. Teira, persona física y prologuista«, rezarían mis tarjetas de visita.

Es una pena no dedicar el día de San Valentín a comentar la matanza del ídem, ideada por Al Capone -presuntamente- en el 29. Matanza que era para acabar con un tío y acabó con siete mafiosos recibiendo sepultura. Un poco como esos partidos en que el Madrid sólo sale a ganar una Copa de Europa y acaba metiendo cuatro, tres, siete goles, para completar el trámite. Cuando un papeleo se complica, todos nos ponemos un poco violentos. De todos modos, aprovecho estas páginas para condenar los hechos acaecidos en Chicago el catorce de febrero de 1929. No hay excusa, por urgente que fuera la venganza, para perpetrar ningún acto susceptible de entrar en la Historia un día de San Valentín. Todos los demócratas debemos sumarnos a una causa: llevar con total disimulo esta fecha, hasta que acabe desapareciendo del calendario. En un mes con sólo veintiocho días, uno menos no se nota.

Tampoco estaría mal dedicar estas líneas a contar por qué merezco estar aquí. Pero uno, que de joven fue mourinhista, no es de palabras. Tampoco de muchos hechos, pero ése es otro cantar. Por hoy será suficiente -incluso demasiado- presentar este humilde flequillo y habituar al lector -sufrido, paciente lector- a este ritmo desgarbado, forjado en mis constantes idas y venidas por la A-6. Empiezo a sospechar que tanto trajín no traerá nada bueno, porque cada vez me olvido algo en alguna de sus dos esquinas. Si fuese catalán, pensaría que la A-6 me roba.

El próximo día que venga, si me dejan los dueños del local, contaré mis cosas. Intentaré no referirme a mis problemas con la justicia o a mi historial médico, y dejarlo en las aventuras (o desventuras, o cuitas, en función de quién traduzca) del joven becario de El Calzador en la sexta -puede incluso que séptima- provincia gallega. No enunciaré ideas elevadas, no soy tan importante. En esas cuestiones hay que remitirse a los mejores. Como la Reina Isabel II, que en su completísimo mensaje navideño -parece que era ayer, y no soy ni Fray ni Luis ni de León- se marcó una frase digna de dos Santos Mourinho Félix, José Mário: “Jesucristo es inspiración y ancla en mi vida.” Mensaje de gran enjundia, aunque no resulte nuevo. Lleva diciéndolo Kaka’ desde que empezó a jugar al fútbol.

No obstante, la jefa de Estado de la Commonwealth y cabeza suprema de los anglicanos no ha estafado al madridismo, por lo que sus palabras merecen mayor respeto.

Podría seguir abriendo temas hasta el infinito (me resisto a poner una locución temporal, unoUna Reina. nunca sabe cuándo están leyéndolo, ni decidir qué copa es la última). Pero esta gente tiene una casa y se está haciendo tarde, seguro que estamos molestando a estos señores, y además podemos comentarlo en cualquier otro momento. Tampoco se trata de la invención de la rueda, dejémoslo aprovechando que queda poco para el partido del Real -afirmación categórica, siempre queda poco para el próximo partido del Real-. Las quejas, en un apartado de correos que tenemos alquilado a tal efecto, más información en la tapa.

La Reina se pone al lío y cuela en siete minutos menciones a Jesús, a la tregua de Navidad en la Gran Guerra, al ébola, a la reconciliación de los pueblos, a Juego de Tronos, a las Olimpiadas y a la vida eterna. No se me queje el gentío de que voy demasiado rápido, que no da tiempo a copiarlo todo o que se habla de mucho y no se cuenta nada en estas columnatas que periódicamente regalaré. Más callejero era Valle-Inclán, y aún hay pardillos yendo, siete días a la semana, a buscar los espejos del callejón del Gato. Éstos se encuentran con un plástico curvo, así que no se engañen los lectores de El Calzador. Que no os embauquen, que no estamos tan mal.

Luís M. Teira
Persona física @luisteira

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