El amor del verano

Escribo sentado en un banco de piedra anclado en una tranquila plaza de pueblo, el silencio sólo queda interrumpo por el quejido de algunas gaviotas que sobrevuelan por encima de mis recuerdos…

Desde el mirador de este pequeño pueblo pesquero observo la silueta de una joven pareja, caminan de la mano, sin prisas, se funden con la bella puesta de sol y sus rostros quedan reflejados bajo un mar en calma. Se miran, sonríen, se besan.

Al llegar la noche miro al cielo y me detengo en la constelación canis maior, la canícula, la más brillante de cuantas estrellas se puedan ver durante los días de verano en el hemisferio norte.  Nuestros antepasados creían que la popular estrella sumaba su calor al procedente del sol, lo que daba lugar al período más cálido del verano.

Puestas de sol, la mar, las estrellas, la canícula,…, el amor…

Amor de verano - Carlos D. Lacaci

¿Cómo no recordar al primer amor del verano? Es cierto, nunca se olvida el sentimiento de una primera caída en la vida, mucho menos cuando nos levantamos por primera vez. No olvido mi primer encuentro con el mar, aún menos los sentimientos primerizos de aquello que creímos amor y sólo era ilusión…

Ilusión, pasión, afirmación, negación, encuentros y desencuentros aferrados en un periodo de nuestra vida que quedaron grabados primero en nuestro corazón y ya, para siempre, en nuestra memoria, aunque no los recordemos, aunque los hayamos querido olvidar.

El Amor (con la ‘a’ mayúscula), es un sentimiento tan intenso y tan lleno de sacrificios y satisfacciones que pocas veces se podrá fotografiar en una tarde o noche de verano.

El amor del estío sucede con más frecuencia.

Cada vez que escucho el quejido de las gaviotas y camino entre la blanca espuma que a mi paso dejan las olas del mar; Cada noche que, mirando al cielo, veo millones de estrellas y entre ellas aquella que brilla con más intensidad; En cada nuevo amanecer, donde el sol refleja las siluetas de jóvenes cogidos de sus manos, veo y siento mucho amor.

No hay nadie en este mundo que haya hecho posible todas estas cosas sin ser capaz de amar. Quien esto hizo, supo amar de verdad.

Cierro mi libreta, me marcho paseando tranquilo y pienso en aquellos sentimientos cuando por entonces caminaba bajo la estrella Sirio, la canícula, la que más brillaba de todas y junto a aquel mar en calma que hoy sigue devolviendo a la orilla todo lo que no es suyo, como los besos robados de aquel amor de verano.

Autor: Carlos D. Lacaci

@Lacaciabogado