Si Miguel Ángel tuviera Twitter

 

«La creatividad es contagiosa, pásala» (Albert Einstein).

Hoy he estado pensando en Miguel Ángel. No en Revilla, en el tipo que con poco más de treinta años se vio obligado a decorar la bóveda de la Capilla Sixtina. Y digo obligado porque lo suyo era la escultura, pero un tal Julio II le encargó tamaña agencia. Al parecer, aquello estaba pintado de azul con unas estrellitas doradas y claro, lo vio el Papa y dijo: «Miguel, a pintar».

Corría el año 1.508 y el chaval, que no era rico precisamente, no tuvo más remedio que decir que sí. Por no hablar de a ver quién era el listo que le decía al Papa «paso palabra, Su Santidad». Hay rumores de que hubo un poco de juego sucio por ahí, pues dicen que tenía enemigos dentro del gremio -entre ellos un tal Bramante- que, conscientes de que la pintura no era el fuerte de Miguel Ángel, embaucaron al Papa para que le eligiera a él, creyendo que fracasaría. Qué error, envidiosos colegas del genio, qué gran error.

El caso es que el hombre se puso manos a la obra. No era pintura libre, claro, el tema ya estaba decidido y todos esperaban ver lo que querían ver; lo que había encargado el Papa, vaya.

IMG_5297Él era un perfeccionista. Meticuloso y estudioso hasta el extremo, estuvo haciendo bocetos un año. Y luego a pintar frescos en las alturas, porque no vayan a pensar que lo suyo fue sentadito y con su taza de café, no. Era «modo albañil» subido a un andamio. Vamos, que incluso puede que piropease a alguna morena que otra que pasara por allí. (Esto no está confirmado ya que al parecer era homosexual y la capilla no era lugar de paso).

Además, tuvo la suficiente habilidad para camelarse al Papa -le costó lo suyo-, quien al principio lo que quería era que pintara los Doce Apóstoles y alguna que otra figura más, pero que al final dejó libertad al artista -eso de la libertad no se llevaba mucho en la época, créanme- para que plasmase sus ideas, aunque siempre dentro de un orden.

Él tampoco era tonto; no iba a pintar monigotes ni un seis y un cuatro la cara de tu retrato. Lo que le propuso al Pontífice fue recubrir de pinturas toda la bóveda, que ocupaba unos 500 metros cuadrados. Así que, en una especie de estructura arquitectónica que también creó y que reforzaba su forma, pintó nueve escenas del Génesis y otras varias; todas religiosas, eso sí. Podríamos decir que dibujó toda la creación. Y lo hizo solo. Acabó en 1.512. Cuentan que el Papa se impacientaba y no dejaba de preguntarle «¿cuándo acabas?, ¿cuándo terminas?» y el genio le respondía: «Cuando termine».

Es como si lo viera. Día tras día, dándole al fresco. Que si vaya ojos le he puesto aquí a Noé; que esto más que el Diluvio universal parece un paseo en barca por el Retiro; y que vaya tela con Eva, si parece Adán, de lo musculosa que me ha quedado.

Cuando acabó la obra no ocultó que pasó muchas penurias, e incluso hizo gala de su sentido del humor y escribió un soneto a su más que amigo Giovanni da Pistoia, que decía:

«Se me ha hecho ya buche en la fatiga, como hace el agua a los gatos en Lombardía o en cualquier otra región de que se sea, que a fuerza el vientre se junta a la barbilla.

La barba al cielo, y siento la memoria en el trasero y tengo el pecho de una arpía. Y sobre el rostro el pincel aún goteando un rico pavimento me va haciendo.

Los riñones me han llegado hasta la panza y del culo hago en contrapeso grupa y ya sin ojos doy pasos en vano.
Por delante se me estira la corteza y por plegarse atrás se me reagrupa y me extiendo como un arco de Siria.

Pero engañoso y extraño brota el juicio que la mente lleva, pues tira mal la cerbatana rota.

Este cadáver de pintura defiéndelo ahora, Juan, y también mi honor no estando yo en mi sitio ni siendo yo pintor.

Pero él ya sabía que era una obra de arte. No mientas, Miguel Ángel, tenías que saberlo. ¿En serio imaginan que alguien pueda ver en ella un fracaso? Miguel Ángel era como todos los artistas: Tan perfeccionista que asusta. Acabó su maravillosa obra, la miró y dijo «¡pero qué horror!, ¿qué os parece?, ¿es un desastre? No me engañéis…» ¡¡¡Pero no ves que es majestuosa, hombre!!! Sin embargo, él seguía afirmando que no era pintor… La humildad del grande, o la grandeza del humilde, como prefieran. Muchos años después tuvo que volver para pintar los frescos del Juicio Final, pero eso ya es otra historia.

Miguel Ángel no tenía Twitter. No pudo compartir con sus coetáneos la ilusión y la belleza de un proyecto. Hubiera sido divertido:

Miguel
@MichelangeloBuonarroti
Intentando que parezca que el Creador separa la luz de la oscuridad con mi affresco. Y yo me quejaba del torso del David.
30/07/1510 15.30

657 RETWEETS   789 ME GUSTA

  ️        🔄               ️️️

Donato Bramante @DonatoElSagaz  1 h
@MichelangeloBuonarroti Pero si no sabes pintar, imbécil #Michelangelogohome

Miguel
@MichelangeloBuonarroti
La serpiente me ha quedado más guapa que Eva. A ver cómo encaja esto Su Santidad.
15/08/1510  16.00

1.345 RETWEETS  2.345 ME GUSTA

Bueno, puede que no tuviera mi sentido del humor y que escribiese otro tipo de tuits, pero apuesto a que recibiría muchos me gusta y retuits, muchos ánimos y cariño, pero también mucho bobo pensando vaya flipado. No es fácil. Sea lo que sea, no es nada fácil. Hay que ser muy valiente para compartir con gente que conoces -y que no conoces, porque en Twitter hay personas y personas, qué les voy a contar yo a ustedes que no sepan sobre el particular- tu proyecto.

Y es que, aunque hablo de Twitter, estoy pensando en las redes sociales en general, y en si no seremos tontos. Quiero decir, ustedes, ¿qué opinan? ¿Es mejor crear y punto, o siempre tiene más gracia e incluso implica más valor, crear y compartir? No hablo de compartir lo creado, que también, sino de compartir la creación, el hecho mismo de crear, día tras día, los avances que uno va dando pasito a pasito en su gran proyecto, sea cual sea.

Yo creo, y es mi opinión, que esa forma de compartir requiere mucha valentía, y no todos la tienen. El ejemplo de Miguel Ángel quizá sea muy pretencioso, él fue un hombre virtuoso y excepcional (aunque trabajó duro, como ya he contado, no lo olvidemos) y los demás somos meros mortales que luchamos para no ser otro ladrillo en la pared, como diría ese gran grupo de música. Pero hay que perder el miedo al fracaso. Yo también lo tengo, ojo. Pero fíjense, estoy escribiendo sobre un imaginario Twitter de un genio italiano que vivió en la época renacentista y me lo van a publicar en un blog que leen cientos de personas. Y aquí estoy, sin despeinarme, oigan. Tener un instrumento a mano tan fácil, tan dinámico, y que puede llegar a tanta gente no puede ser obviado, ¡vamos!

Así que desde aquí mi reconocimiento a los valientes que nos hacéis partícipes de vuestros proyectos día tras día, con coraje, y exponiéndoos a nuestros comentarios oportunistas y muchas veces inoportunos, y os animo a que seáis cada día más. Porque creo que la grandeza de crear ha de ser compartida, con independencia del resultado. Somos un país de emprendedores, que se note. Sí, no me pongan esa cara, lo somos, aunque se lo diga una funcionaria (el funcionariado se puede vivir de muchas formas. Pero eso es otra historia). Además, el efecto llamada, el efecto dominó o como quieran denominarlo, siempre es grande.

IMG_5286[1]Entonces, y si se me permite tutear, ¿eres creativo? Pues comparte. O como dijo Einstein (¡que lo dijo Einstein!) la creatividad es contagiosa, PÁSALA. Apuesto a que Miguel Ángel también lo haría. ¿Te atreves?

Rocío Durán

@rdbollo

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