La ilusión.

Marky jugaba con su videoconsola tirado en el sofá mientras su padre, Frank, y su amigo Louis veían un partido de las series finales de la NBA. Marky era ajeno al partido, por cuanto a él lo que le gustaba era el béisbol. De hecho, su gorra de los Mets le acompañaba a donde fuera. Sin embargo, le gustaba disfrutar de la compañía de su padre y ver las conversaciones con su amigo Louis le resultaba más divertido que cualquier programa de televisión.

Frank y Louis, también preferían el béisbol al baloncesto, pero aprovechaban los pocos momentos que tenían para verse. Su amistad era tan antigua que no sabían precisar en qué momento empezaron a ser amigos. Sólo recordaban que habían crecido jugando juntos en las calles de Queens y a pesar de los distintos cambios en la vida de cada uno por motivos personales, de estudios y laborales, su amistad había sido inquebrantable. Seguían en Queens y vivían a escasos cien metros, pero el trabajo actual de Frank hacía que pasara varias semanas lejos de su hogar, y las posibilidades de seguir viéndose como antaño eran cada vez más esporádicas, de ahí que aprovechasen cualquier ocasión, como era ahora el partido de la NBA, para tomar unas cervezas y reírse de cualquier cosa.

Magic

También les gustaba hacer apuestas entre ellos, como una forma más de pasar el tiempo. Esa tarde Louis le comentó a Frank que ese partido lo iban a ganar los Lakers. Es más, se puso de pie y dijo: “Ya está bien de apostarnos las cervezas, me apuesto el coche a que los Lakers se harán esta temporada con el anillo de campeones. Si no ganan, te regalo mi coche, Frank, pero si son campeones, me quedo con tu Buick Regal del 75”.

Ver a Louis levantado y proponiendo esa apuesta a su padre, hizo que Marky dejase de jugar y prestase atención al desenlace del desafío planteado. Frank, no paraba de reír, hasta que entendió que realmente Louis lo que quería decirle era que quería su coche. “No, no puedo, Louis, no. Es innegociable. Ni media broma sobre esa posibilidad. No te lo plantees. No apostaré con él. Es el coche con el que Marky aprenderá a conducir. Se lo regalaré cuando cumpla dieciséis años”.  Miró a Marky, le guiñó el ojo y alcanzó su mano hasta el sofá en el que éste estaba para que la chocase.

Buick RegalMarky sonrío. Nunca había escuchado sobre las ideas de futuro de su padre. A sus once años sólo quería pasar la mayor parte del tiempo posible jugando, evitar que sus hermanos le molestasen, y el único pensamiento de futuro que tenía eran sueños en voz alta compartidos con sus amigos sobre qué chica de su clase sería su novia cuando fuese más mayor. Pero aquella frase de su padre se le quedó grabada y, a medida que iba cumpliendo años, esperaba impaciente “su regalo”. Conocía el destino del vehículo, aunque su padre no volvió a comentar nada y en casa no era un tema que importase. Nadie habló nunca del futuro del coche y tampoco nadie prestó atención al hecho de que Marky dedicase tiempo a lavar el coche tras cada viaje de Frank.

El día que cumplió dieciséis años, Frank regresó a casa tras haber pasado las tres semanas anteriores trabajando en Chicago. Sus voces y el sonido repetitivo del claxon hicieron salir a la calle a Marky, a su madre y hermanos. Todos miraron sorprendidos el nuevo vehículo en el que regresaba Frank, un coche nuevo recién salido del concesionario, más grande y cómodo que el viejo Buick. Se fueron a celebrar el cumpleaños al restaurante favorito de Marky, y de camino hacia el local, Marky, que iba sentado en el lado del copiloto y no había hablado en el viaje, hizo públicas sus dudas a su padre:

  • “¿Dónde está el Buick?”
  • “Lo vendí, Marky. Con lo que me dieron y un poco más de dinero he conseguido este. Buen negocio, ¿verdad?”
  • “¿Y aquella promesa que me hiciste en casa hace cinco años delante de Louis? ¿Cuándo él se apostaba los coches a que los Lakers ganarían el anillo? Le dijiste que no podías porque me lo regalarías cuando cumpliera dieciséis…”
  • “¿Qué? No lo recuerdo hijo, no sé de qué promesa hablas, pero en caso de que prometiera algo, supongo que no lo creerías. ¿Verdad? Ya sabes que Louis y yo estamos siempre de broma”.
  • “No… claro… yo también bromeaba ahora”
  • Pues casi me la cuelas hijo, no digas las cosas con esa cara tan seria. Venga sonríe, es tu cumpleaños.

Aquél día marcó la vida de Louis. Su padre era su ídolo, y hasta ese momento había creído cada una de las palabras que decía su padre, salvo cuando bromeaba, y él sabía cuándo lo hacía. Pero aquella frase que dijo delante de Louis no era una broma, era su idea, lo que pensaba hacer en el futuro, aunque luego cambiase de opinión sin decirle nada a Marky, porque pensaba que él no se acordaría de aquél comentario.

Fue la primera gran decepción para Louis. Antes hubo otra por parte de su abuela, ¿cómo olvidar su traición al hacer público en la familia la confesión que le había hecho sólo a ella de que tenía novia?, pero la de su padre fue especialmente dolorosa. Fue un puñetazo de realidad.

Más adelante habría más desilusiones. Unas veces las causaban mujeres a las que se entregaba por completo, otras veces era por trabajos donde sus méritos no eran valorados en su justa medida, o por amigos que se quedaron por el camino. La vida le enseñaba a Marky que la infancia había sido su período más feliz. Tardes llenas de juegos, de luz, de color, de ilusiones y ausencia de preocupaciones.

Definitivamente, su carácter ha cambiado. Marky se ha hecho más incrédulo, desconfiado, pero algo dentro de él le hace levantarse cada día, ver brillo en sus ojos cuando se mira por las mañanas en el espejo, y no es otra cosa que el motor que guía a las personas a conseguir sus objetivos: la ilusión. Ilusión que cambia, ilusiones que surgen o terminan para dar lugar a algo diferente. Ante los reveses de la vida, Marky mira atrás y aún sigue viendo al niño que fue con la sonrisa inquebrantable, camino de ver su primer partido en directo en el estadio de los Mets, con la gorrita que le compró su padre tras uno de sus innumerables viajes de trabajo. No quiere dejar de ser ese niño. Esa es su principal ilusión.

Gorra mets

Enzo

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